De cómo un Sábado se convirtió en un super Sábado
Para variar, sentado frente a la computadora, sin mucho que hacer por ser fin de semana, había planeado quedarme en casa viendo alguna película en la tele o leyendo el voluminoso libro en el cual me he embarcado. Pero el teléfono sonó y una voz me dijo para ir al Jazz Zone y como tenía algo de plata (¡Milagro!) acepté la invitación de mi querido amigo-obvio que habían chicas de por medio- Así que emocionado por la velada llena de buen trago, buena música y mejor compañía, me tumbé al mueble a continuar con mi librito (nótese cierto tufillo irónico aquí). Bueno, el resto del día pasó sin mucha novedad hasta llegada la tarde que como jugando entré a l web site del susodicho local y ¡Juás! me doy con la sorpresa que la entrada esta 30 soles porque se presentaba Jean Pierre Magnet, me gusta ese músico, pero tenía planeado pagar tanto por una entrada a un sitio que no sea Aura o algo así (aunque lo vale). Comunicada la noticia a mi compañero de juerga, nos dedicamos a buscar algún jazz bar que sea tantito más económico que el lugar donde habíamos planeado ir. No lo encontramos. Y llegamos a la conclusión que ser culto en esta país sale caro. Así que resignados fuimos al punto de reunión con las chicas -una de ellas era su prima- y resulta que ellas ya sabían del concierto y por eso nos dijeron para ir ahí... Así que enrumbamos al lugar de nuestro futuro desangre monetario, gracias a Dios que ellas iban a pagar su cuenta ¡Mínimo! Así que como era muy temprano, el local estaba aun vacío por lo cual salimos de ahí con la intención de hacer hora. Estando en la puerta del local, escuchamos la voz de Pablo Milanés cantando un boleracho de esos inmortales "¡Aquí haremos hora!" Fué la consigna que nos llevó a entrar a ese local; "Boleros" se llamaba. Y, felices de la vida nos sentamos a libar pero sólo hasta las 10:30 p.m. No; no es que seamos chicos buenos y decentes, es que a esa hora comenzaba el concierto en el Jazz Zone y ya estábamos decididos a entrar aunque tomemos aguita de caño. Pero bueno, nos encontrábamos escuchando ese disco de Pablo Milanés (el cual yo tenía pero cometí el error de prestarlo) con una cerveza en la mano y una plática muy interesante en la otra, hasta que el disco terminó y ¡Oh sorpresa! También era hora del concierto a si que raudos y veloces salimos de ahí -sí. Sí pagamos.- rumbo al concierto que se iba a realizar en frente; es decir, entramos al Boleros sólo para escuchar un disco.
Ya dentro del Jazz Zone, no podíamos negar que queríamos quedarnos a vivir ahí ¡Qué música!¡Qué tragos!¡Qué cueros! Lástima que no pudimos pegarnos la bomba que queriamos, pero bueno, más queriamos escuchar buena música. Para mi no hay mejor lugar que un sitio donde la bulla no sea estridente, donde se pueda hablar en voz baja y donde no me queden zumbando los oídos a la hora de la salida y ese sitio lo era, sin contar con la decoración y los cuadros ¿Volvería a ir?¡Sí! Definitivamente que sí; es más, ayer quise ir, pero no tenía con quien. Y, para variar, la conversa siguió siendo interesantísima hasta que el concierto terminó (muy bueno dicho sea de paso). Y, como por arte de magia, los demás parroquianos comenzaron a desaparecer hasta quedar sólo nosotros y para no hacer roche, pues nos tuvimos que ir a otro lugar ¿A dónde fuimos? Pues al lugar donde se va cuando todo está cerrado... al Tayta, noche de acústicos disonantes, cajones extraviados y voces lamenteras. Pero igual, lo que importaba era la compañía y la conversa y cabe resaltar que en ese grupito formado aquel Sábado, lo último fue muy bueno. Estuvimos ahí por no sé cuanto tiempo hasta que llegó la hora de ir a casita...
Y colorín colorado, este posteo se ha acabado.
say no more.
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