miércoles, diciembre 07, 2005

Un pequeño proyecto literario...

Esta es una novela que estuve escribiendo desde hace meses... ya había avanzado mucho, pero ¡juás! me robaron la compu y la perdí casi en su totalidad. Sólo me quedó reconstruirla al máximo, una pequeña space ópera que ya va 14 hojas (de las 50 que tenía) la subiré poco a poco, para que no se aburran. Y a los piratas... mala suerte, ya está registrado.




Un diamante en el vacío.

Por Julio César Barducci de la Torre Ugarte.


El transporte comenzó a alejarse del edificio, sólo le quedaba observar toda la escena desde la ventana, empañada por la lluvia, del viejo salón. A la distancia lo único que podía divisar eran las luces traseras… ya no había nada por hacer, ya no quedaba nada que le ate a ese lugar. Rabukov dio media vuelta y se dirigió al estudio, cogió una botella de Borbón para luego desplomarse sobre su sillón, el único refugio que suele tener en los momentos difíciles, bebió un sorbo y dijo:

-¡Música!

-Especifique estilo- contestó una monótona voz femenina

-¡El que sea!

-Estilo no especificado-repitió la aburrida voz-.

-¡Vete a la mierda!- dijo Alexander con la voz entrecortada.

Media botella después yacía inconciente en el sillón con la música a todo volumen; al rato recobró la conciencia. Ya sólo quedaba una cosa por hacer, no había ya motivos para estar en este mundo así que hizo lo que tenia que hacer…

-Comunícame con el general Carson.

La imagen del general, ya entrado en años y con una severa calvicie apareció en la pantalla que se desplegó en la pared. Tenía la apariencia de un abuelito bonachón, pero era uno de los más rudos, temidos y respetados oficiales del cuadrante.

-¡Ah! Alexander, que bueno saber de ti, pensé que te habías retirado definitivamente- dijo el general.

-Sí. Pero ya no. Un poco de actividad no me caería mal, así que soy materia dispuesta. Usted ordene y haré lo posible por cumplir.

-Muy bien Rabukov. Lo espero en mi oficina mañana a las novecientas horas.

-Bien general, ahí estaré.

La pantalla desapareció de la misma forma en que se mostró en la pared, Alexander volvió a coger la botella de Borbón que tenia a la mitad. Más calmado pidió música.

-Programe “The grass is blue”.

- ¿Intérprete?- respondió la monótona voz.

- Ehhhh… Dolly Parton.

Las suaves notas del viejísimo bluegrass inundaron todo el departamento. Lo que le hizo beber con más avidez y volver a tumbarse en el viejo sillón y tomar un largo trago del viejo whisky que alguna vez su padre le regaló cuando fue aceptado en la academia. Ya nada me ata a este lugar- pensó con tristeza. Cada vez que cerraba los ojos veía como el vehiculo donde ella estaba se alejaba lentamente.

-Al diablo- pensaba de manera constante. Pero igual. Una partida siempre duele, deseada o no… siempre duele.

El tiempo pasó lento e inexorable, la música se repetía una y otra vez y el recuerdo se hacía más fuerte y el corazón latía con menos intensidad al pasar los minutos. Poco a poco Alexander fue perdiendo la conciencia. La botella cayó sobre el piso derramando las últimas gotas de licor que quedaban en ella.

Al abrir los ojos recordó su conversación con el general.

-Hora.

-Son las cinco horas con cincuenta y tres minutos y…

-Suficiente-respondió usando una voz tan o más monótona que la usada por la computadora del departamento

-¡Dios! Tengo demasiado tiempo libre y tan poco que hacer, creo que mejor será que empiece con los preparativos.

Comenzó dando un paseo por todo el departamento, observándolo como si se estuviera despidiendo de el. Entró a la recámara, al ver las sábanas revueltas sintió el impulso de acercarse, el perfume de la ausencia aun inundaba la ahora solitaria y callada habitación, tantos recuerdos y sonidos acumulados en ella y pronto tendría que abandonarla, el nudo de su garganta comenzó a hacerse cada vez mas grande, las grises paredes antes inundadas de cuadros y fotografías ahora se encontraban desnudas. Alexander nunca sintió frío en la habitación, pero ahora sí; él sabía que aquella sensación no era física, provenía de la soledad, tratando de poner su mente en blanco, se dirigió al closet a sacar algunas maletas y comenzar a guardar algunas cosas pero nada que le pueda hacer recordar su vida pasada –sólo la única fotografía que pudo conservar- , esa vida que ya esta por terminar. Ese olor se infiltraba por su nariz y los recuerdos se hacían cada vez mas intensos “¿Cómo pudo?” pregunta que taladraba en su cabeza.

Lentamente sacó su uniforme, ya había pasado buen tiempo desde la última vez que lo usó y aún le quedaba, lo cual le arrancó una sonrisa desganada, pero sonrisa al fin.

Tanto tiempo de convivencia afectó su independencia, tan atesorada por él desde muy joven. Ahora la tiene de nuevo, y no la quería de vuelta…

Ya es casi es la hora de partir a la oficina del general y de ahí, quedarse de manera definitiva en la base. Estos eran sus últimos minutos en ese departamento, tantos recuerdos, tantos olores, tantos sonidos, tanto amor; y ahora estaba poco menos que vacío. Alexander cogió sus maletas y se dirigió a la puerta. Ya en el umbral giro la cabeza lentamente y pudo ver la imagen de ellos haciendo su vida cotidiana juntos, dio el último suspiro y cerró la puerta de un golpe.

Caminaba por última vez por los pasillos del edificio al que alguna vez llamara hogar, sin ver a nada, sin ver a nadie. Mirar atrás ya no le servirá. Ya sentado en el auto un aroma familiar saturó su nariz y por reflejo volteó a ver el asiento trasero… vacío. Por una centésima de segundo pensó que ella estaba atrás, esperándolo.

Condujo por más o menos dos horas a través de la carretera hasta la base donde tenía que reportarse, el paisaje era monótono. Desierto y más desierto por todos lados, el sueño, el aburrimiento, la tristeza y la botella de whisky estaban haciendo su efecto así que conectó el piloto automático de su vehículo y se recostó a dormir un rato.


(Continuará...)

Críticas, comentarios... siempre presto a leerlos para mejorar.

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